Martes 19 de Mayo de 2020
Incubadora
Tal vez, sea realmente la oportunidad de declararme ermitaña por tiempo indeterminado. Pienso, aun sabiendo de mi naturaleza inconstante. Porque me parece que la cuarentena puede ser el chivo expiatorio de nuestros cambios de conducta y hábitos que hemos ido postergando por el qué dirán. Primero pensé que es una excusa para dar más abrazos, ¡Venga ese abrazo! ¡Qué carencia de contacto hemos tenido este tiempo! Y sin aclarar hace cuánto tiempo, brindar ese sanador encuentro. Pero a más días de encierro, más pienso y las instancias de concreción se van dilatando y nacen otros planes.
Hacer cueva, hacer útero en casa hasta que me crezcan todas las partes inconclusas, esas carencias que me hacen creer que necesito una excusa para cambiar.
Al salir de la ducha me miré al espejo, vestida hasta la cintura, de la cintura hacia arriba mi piel hasta los hombros, ese espejo me corta la cabeza. Me tomé la panza, como si estuviera embarazada. Mis manos son grandes y venosas. No parecían mis manos, no parecían mis brazos. Me recordaban a alguien… ya debería haberme soltado hace rato y ¿Dónde están mis brazos?
– Devolveme mis brazos, tengo un embarazo de esos que nacen a través de las manos. Le convencí.
Facebook: Mundos de Dhyana
20 de mayo de 2020
SOPOR
Me duele el cuello del lado izquierdo. En algún momento de la ¿sesentena? estuve casi una semana dura del lado derecho, tomando relajantes musculares, usando almohadillas de semillas y deseando recuperarme para poder hacer actividad física. Siempre que me enfermo extraño entrenar, no porque lo haga demasiado, sino porque claro, me brotan las ganas ante la imposibilidad. Como desde hace dos meses -hablo por mi pero creo que corre para todos-, que nos acordamos de detalles cotidianos de «la diaria», y los anhelamos, aunque antes simplemente los pasábamos por alto. Al «la diaria» lo puse entre comillas, primero como guiño a este podcast, y segundo porque recién me enteré de esa expresión a los 30, el año pasado. Desde que la conocí empecé a escucharla por todos lados, no sé si fue que justo se puso de moda y de ahí la explicación, si fue coincidencia, o si nunca le había prestado atención. Lo mismo me pasó unos años antes con el «a por», es más, la primera vez que lo leí directamente me pareció que había un error, que algo estaba mal. Pero no, existe: ir a por. Sopor. Quizás esa palabra describa este estado medio de somnolencia, de vida interior, de estar como en medio de un puente desde que empezamos a caminar por esta «nueva normalidad» hasta llegar a tierra firme. Flotando, suspendidos, avanzando con vértigo, porque es alto, y es ancho, y es todo inmenso y vacío, como las vistas panorámicas de muchas ciudades hoy, que no puedo ver porque me hacen caer todavía más en la realidad y prefiero engañarme un poquito, impresionarme menos, poder elegir hasta dónde ver. Los días se pasan rápido. Me encargué unos tapabocas. Uso estos momentos para reflexionar sobre qué cosas son necesidad, cuáles adicción, qué otras vorágine y rutina, qué aspectos siento que tengo que repensar y cuáles reelegiría.
Facebook: Flor Rizzi