El 9 de septiembre comenzó en Córdoba el 12 juicio por delitos de Lesa Humanidad, el juicio Diedrichs-Herrera.
El mismo día a la tarde, gran parte del arco político nacional estaba repudiando el accionar de la Policía de la Provincia de Buenos aires que salió a protestar por diferentes motivos, entre ellos por un aumento salarial, y rodeó la Quinta de Olivos, en donde reside el Presidente de la Nación. Lo hicieron uniformados y algunos también lo hicieron portando sus armas reglamentarias. Todos los medios nacionales estuvieron siguiendo minuto a minuto esta revuelta, con distintas líneas editoriales pero con la misma intensidad. Y la pregunta sobre la democracia que supimos conseguir volvió a tomar el centro de la escena. Lo que sanamente damos por sentado la mayoría del tiempo, volvió a estar en discusión. La fragilidad de nuestra democracia se televisó.
Y volvemos a la mañana del 9. Y a la entrada del edificio del Tribunal Oral Federal N°1 de Córdoba lleno de flores rojas. Y adentro, la sala de audiencias casi vacía, pero con las pancartas de las víctimas del juicio. Y los simbolismos más fuertes de nuestra democracia ahí. Con fiscales, abogados, abogadas, jueces y juezas. Años de lucha cristalizados en la institucionalización de la justicia. Y la democracia ahí. Recordando que un día no fue. Y que un día un gobierno militar, con complicidades y responsabilidades civiles, desaparecía y asesinaba gente, torturaba, violaba, robaba, nos endeudaba, desindustrializaba el país, planificaba la miseria y la concentración de la riqueza. Todo ahí. En un acto judicial. En cientos de personas mirando el juicio por Youtube. Familias que esperaban justicia hace 40 años, hombres y mujeres que por esta vía presenciaban por primera vez un proceso judicial de este tipo.
Y a la tarde, la incertidumbre de los patrulleros amenazantes. ¿Qué pasa cuando la demanda es legítima pero la forma es antidemocrática? ¿Vale todo cuando la demanda es legítima? ¿La forma antidemocrática deslegitima la demanda? ¿Cuáles son las reglas del juego en democracia? ¿Qué pasa si esas reglas se rompen?
Vale volver a la mañana. Volver al amor de la lucha incansable. A lo esencial de la construcción democrática constante, sin prisa ni pausa. Ante la desesperación que genera combatir el odio, el amor de las Madres, de las Abuelas, de los y las Familiares, de quienes sobrevivieron al horror para contarlo y construir democracia desde ahí, construir diálogo y consensos. Construir vida sobre la muerte.
A las generaciones nacidas en democracia, nos queda el enorme desafío de construir democracia desde nuevos relatos. Oponiendo democracia a las nuevas formas de autoritarismo. Proponiendo reflexión ante la desestabilización. Construyendo amor ante el odio. Incluyendo ante quienes pregonan un modelo de país de exclusión.
El desafío es enorme. El faro es la Memoria. El horizonte es la Verdad, la Justicia, la Democracia.