RAROS SOMOS TODOS, LO HUMANO ES RARO: CICLO DE CINE (2016).
Un fuerte deseo de normalización lo recorre todo. Llevar vidas normales, tener relaciones normales. Cualquier levantamiento –deseo- que salga de esa cuadratura será fuertemente impugnado o suavemente reconducido. Un embate hacia la positividad más banal. Muchos indicadores de derrota: en los afectos, en los símbolos, en la economía de las vidas.
¿TODO BIEN? ¿TODO TRANQUI? ¿TODO EN ORDEN?
A tono, desentonamos. A tono con el profundo y sostenido deseo de normalización y orden imperante. Ese que empuja desde arriba a la derecha hacia abajo: ¡Queremos ser normales y tener relaciones normales y llevar vidas normales! Gritan. Gritan y viven y votan. Y no podemos no desentonar. Es que muchos no estamos tranquilos. ¿Qué es lo que está fuera de tono?
Abajo pululan devenires minoritarios. Son miles, millones, pero son minoritarios. ¿También quieren ser normales? Pero aun así… ¡Insisten en la rareza! Insisten en armar las vidas sostenidas en inciertos y precarios equilibrios. Inestables. Todo el tiempo, incluso en la inestabilidad y la movilidad, buscan sus rincones. Como las arañas. Y traman. Tejen sus telas. Arman sus salidas. Precarias, transitorias. A veces cazan alguna mosca. Pero incluso cuando se les escapa, con hambre en la panza, no pueden dejar de tramar, de tejer. No pueden dejar de ser raros, incluso en su afán de normalidad. La salvación, la salida parece ser engorrarse. Ponerse la gorra. Establecer jerarquías, con todos, hacia todos.
Cuando la aspiración a la normalidad y la rareza brotan por doquier como hongos, buscamos orientarnos. Empujamos. Empujamos aunque quedemos agarrados del último borde de alguna norma, de alguna legalidad. Porque primero está vivir, y amar, y tramar. Por eso somos raros. Tramar es raro, y humano.
El cine nos ayuda a mirar, a enfocar. El foco de los directores que elegimos este año va en la dirección de historias caídas de escena, vidas y personajes que probablemente sean noticia por salir en la sección de policiales de los periódicos, caracterizados y perfilados por los discursos dominantes en base a su peligrosidad. Pero como no nos interesa ser policías ni filántropos, elegimos abordar esas historias por el sesgo de su intensidad vital. Decimos, creemos, que hay allí una densidad vital que se nos escapa. Allí pasan millones de cosas que desde nuestras categorías de humanos bien pensantes se nos escapan. Allí pasan otros modos de ser humanos.
Veamos cine. Nos veamos.
Claudia Huergo- 2016