La tragedia y la selva, dos marcas en la vida del gran escritor adoptado argentino (nació en Uruguay, pero se mudó a los 23 años a Misiones).
Restos Diurnos le rinde homenaje con la lectura de El almohadón de plumas, y recordando cada punto de su “Decálogo para un perfecto cuentista”. Allí señala: “no empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”. Pero también nos insta a creer en un maestro “como en Dios mismo”. Y precisaba: pueden ser Poe, Maupassant, Kipling, Chejov.
Agregamos el apellido Quiroga. Ya sabemos en quién confiar entonces.
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Contenido editado y publicado por Agustina Conci.
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06-06-2016