La infancia es un terreno romántico y canonizado, la idea de niñx en extrema pureza, sin errores, sin sexualidades, sin voluntades, sin derechos, es una falacia, un imposible que sólo silencia las autonomías y criminaliza las diversidades.
Este modelo profundamente impuesto roba, disimula y esconde todas aquellas realidades infantiles que no encajen en su heterobinarismo obligatorio e incuestionable. Es en este marco donde la niñez diversa o disidente se vive como una alarma social y familiar, como un error por normalizar.
No interesa cómo sea el niñx, sino como el mundo adulto quiere que sea, y al estar en conflicto el deseo con la realidad, lo habitual es darles paso a la negación y a la violencia.
Hace poco, tuve la oportunidad de conocer a una adolescente trans; con mucho miedo, contaba cómo mantenía su identidad en secreto, la relación con su madre, con su padre, cómo añoraba por lo bajo verse como sus otras amigas y cómo le gustaba aquel compañerito que suponía muy lejano.Mientras la escuchaba, pensaba que a pesar de que nos separan más de 10 años de luchas, de debates de derechos humanos y de convenciones, la cristalización de la escuela, de la familia y de los derechos del niñx cuesta y mucho.
Sigue sucediendo que las infancias y las adolescencias diversas son secretas. No decimos lo que pensamos, porque aprendimos que el mundo adulto se altera, se enoja y llora con nuestras realidades. Permitimos que nos oculten, a punto tal que casi sin querer consentimos en que nos roben etapas esperando con ansiedad algún día poder ser.
Es necesario repensar y discutir las infancias/adolescencias como si estas fueran un mero resultado de carácter natural y biológico, y empezar a entender la niñez como un producto de diversos convencionalismos sociales, susceptibles de modificarse, y adecuada al contexto cultural.
En otras palabras, tomar a la humanidad en su carácter histórico.
Sin dudas, la noción de “niñez” que tenemos hoy no es la misma que se tenía en la Edad Media, cuando las convenciones eran otras y los requerimientos socioculturales también. Es evidente que lo “normal” también es modificable y proporcional al avance de los derechos individuales y colectivos.
Hoy, el nuevo paradigma de la infancia y de la adolescencia se asienta sobre tres principios fundamentales: la autonomía progresiva, el interés superior del niñx y el derecho a ser oído.
Estos provocan el reconocimiento del niñx como sujeto de Derecho, y es verdaderamente un inicio de una nueva construcción de la postura del mundo adulto para con las infancias.
El derecho a ser oído en la niñez LGTBIQ (siglas de lesbiana, gay, trans, bisexual, intersexual y queer, término que incluye a otras minorías sexuales) es hoy una realidad de privilegio, el reconocimiento de la autonomía progresiva y el interés superior es una deuda, a la que se está llegando muy en mora por parte del Estado.
Como adultos, debemos tomarnos el mínimo momento para rever nuestras posturas para con el mundo de la infancia y comenzar a aceptar a nuestrxs hijxs como son y no como queremos que sean.
3/09/2017