Seguimos luchando por el aborto legal
Hoy comienza el plenario por el Derecho al aborto en el Congreso Nacional.
Amazonas y arpías recupera el Manifiesto de las 343 fue redactado por Simone de Beauvoir, y publicado en el Nouvel Observateur N° 334 del 5 de abril de 1971. Una ley, autorizando el aborto libre y gratuito, fue promulgada en Francia, en 1975, la denominada Ley Veil, en referencia a la ministra de Salud del gobierno de Giscard d’Estaing.
Cómo la vigencia de estas palabras perdura en la actualidad, en un país donde se sigue discutiendo la legalidad del Derecho al Aborto.
Manifiesto de las 343:
ABORTO
En Francia cada año un millón de mujeres aborta en peligrosas condiciones, a causa de la clandestinidad a la cual se ven condenadas. Esta operación, efectuada en medio hospitalario, no presenta mayores riesgos. El destino de estos millones de mujeres es silenciado. En consecuencia yo declaro formar parte de ellas. Declaro haber abortado.
De la misma manera que exigimos la contracepción libre, reclamamos también la libertad de abortar. Esta palabra expresaría y limitaría, de una vez por todas, la esencia del combate feminista. Ser feminista es luchar por el derecho al aborto libre y gratuito.
Al parecer este asunto sería una cosa de mujeres. Al igual que la cocina y los paňales, es decir algo sucio por definición. Luchar por el aborto libre y gratuito pareciera ser, además, una cosa tan irrisoria y mezquina…Porque siempre debe haber un olor a hospital, a cocina, o a caca detrás de las mujeres.
Nuestras emociones ligadas a nuestra lucha por el aborto libre son complejas. Ellas demuestran la dificultad que tenemos en asumirnos, a convencernos de que vale la pena combatir por nuestros derechos. A diferencia de los otros seres humanos, nosotras no tenemos el derecho a disponer de nuestro cuerpo. Sin embargo, el vientre es nuestro.
El aborto libre y gratuito no es nuestra única plataforma de lucha. Esta demanda es simplemente una exigencia elemental. Si no se la toma en cuenta, el combate político no puede ni siquiera comenzar. Recuperar, reintegrar nuestro propio cuerpo constituye para nosotras, las mujeres, una necesidad vital. De frente a la Historia nuestra situación es bastante singular: en una sociedad moderna, como la nuestra, somos seres humanos a quienes se les prohíbe disponer de sus cuerpos. Una situación que en el pasado sólo los esclavos han conocido.
Este escándalo se perpetúa en permanencia. Todos los años hay 1.500.000 de mujeres hundidas en la desesperación y la vergüenza. Entre ellas hay 5000 que mueren. Sin embargo, el orden moral de nuestra sociedad no se ve perturbado en absoluto.
Quisiéramos gritarlo en voz alta
El aborto libre y gratuito significa: cesar en el acto de avergonzarse de su cuerpo, poder por fin sentirse libre y orgullosa de él (al igual de todos aquellos que tienen un buen un empleo).Dejar de sentirse avergonzada por el hecho de ser mujer.
Un ego desmenuzado, desperdigado, hecho añicos: está es la impresión íntima que resiente una mujer cuando debe hacerse un aborto clandestino.
Ser siempre una misma. No sentir más el miedo a ser “tomada», a ser aprisionada en una trampa. A sentirse desdoblada, impotente, con esa especie de tumor incrustado en nuestro ser. La idea de librar este combate me estimula. Si lo gano, a partir de ese momento comenzaré a sentirme dueña de mi misma. Y no del Estado, de una familia, o de un niño que no deseo.
Esta lucha nos permitiría controlar el flujo de nacimientos. Como cualquier otro productor, las mujeres deben poder controlar su producción. Utilizar este control implica transformar radicalmente las estructuras mentales de las mujeres. Y una transformación, igualmente radical, de las estructuras de la sociedad.
1) Yo hare un niño, si tal es mi deseo y no sufro ninguna presión moral. Ninguna institución, o imperativos de orden económico, deberían obligarme a hacerlo. Está prerrogativa constituye mi poder político. Al igual que otros agentes productores, yo puedo, si la situación lo exige, presionar a la sociedad con mi producción (huelga de nacimientos).
2) Yo hare un niño si considero que la sociedad, en la cual nacerá, me conviene. Y si esta misma sociedad no hace de mi una esclava de este niño, su nodriza, su sirvienta, su «cabeza de Turco».
3) Yo asumiré la responsabilidad de concebir un niño si este es mi deseo, y si esta sociedad me conviene a mí como a él. Es decir una sociedad sin riesgos de guerras y sin trabajo esclavizador.
No a la libertad vigilada
El debate sobre el aborto que tiene lugar, actualmente, ignora a sus principales interesadas, las mujeres. Establecer si la ley debe ser liberalizada; determinar en que casos el aborto puede ser autorizado, o el problema del aborto terapéutico, todos estos temas son sin ningún interés para nosotras. Está temática no nos concierne en nada.
El aborto terapéutico exige una “buena “razón para obtener el “permiso” de abortar. Esto significa que debemos merecer el derecho de no tener niños. Al igual que antes seguimos siendo desposeídas de nuestro derecho a dar la vida o no. Obligar a una mujer a ser madre seguiría siendo un principio legítimo. Establecer algunas excepciones a esta regla no haría más que reforzar esta legislación. Esta nueva ley, por muy liberal que está sea, continuaría ocupándose de nuestro cuerpo. Ahora bien, el uso de nuestro cuerpo no debe ser reglamentado en absoluto. Nunca aceptaremos excepciones; restos de lo que los otros seres humanos disfrutan desde su nacimiento: la libertad de hacer uso de su cuerpo a su antojo.
En nuestra calidad de mujeres nos oponemos a la ley Peyret. Al denominado proyecto A.N.E. Ha, así como a cualquier ley que pretenda, de alguna manera u otra, regular nuestros cuerpos. No queremos que se promulgue una ley más ventajosa para nosotras. Queremos simplemente que no haya ley. No pedimos la caridad, pedimos simplemente justicia. Somos 27 millones en este país. 27 millones de «ciudadanas» que hoy en día son tratadas como ganado.
A los fascistas, cualquiera sea su pelaje ,les decimos (aquellos que lo reivindican y nos agreden físicamente, católicos , integristas, demógrafos, médicos, expertos, juristas, “hombres responsables”, a Debré, Peyret, Lejeune, Pompidou , Chauchard, el Papa) que a partir de ahora están desenmascarados. Que son unos asesinos y que por lo tanto les prohibimos terminantemente utilizar el término “respeto a la vida”. Ésta es una obscenidad en sus bocas. Somos 27 millones y lucharemos hasta el final para lograr lo que se nos debe: poder disponer libremente de nuestros cuerpos.
Foto de portada: Lucia Prieto
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