Un 80% de los cordobeses cree que las mujeres no sufrirían acoso si salieran acompañadas por un varón. Casi el 60% atribuyó la causa de acoso al modo de vestir de la víctima.
El estudio se titula “Percepciones de los varones sobre el acoso callejero hacia las mujeres”, y fue realizado en abril de este año por la Defensoría del Público. En el trabajo se encuestó a casi 500 varones de más de 18 años que transitaban espacios públicos de la ciudad de Córdoba.
La conclusión que sobresale en el informe final, afirma que existe una creencia generalizada por parte de los varones (cerca del 60%), que considera que “el modo de vestir de una mujer es lo que provoca o justifica la existencia del acoso en la calle”. Así, se demuestra que las representaciones de los hombres se aferran en una mirada culpabilizadora de las mujeres, aún en sus propias prácticas de acoso.
También, cuando se indagó a los varones sobre acoso o toqueteo en el colectivo urbano, ellos respondieron que “quienes ejecutan esa conducta son desubicados o aprovechadores”, es decir que colocan al varón como principal responsable de esa situación, aunque más del 15% legitima esta conducta debido a factores como “la mujer provoca esa situación” (6,9%) o “falta de espacio en el colectivo” (11%).
El varón no solo se exime de su responsabilidad, sino que, cuando les se consultó acerca de su opinión sobre la presencia de acoso callejero a mujeres en compañía de un hombre, más del 80% de manifestó que las mujeres vivirían menos acoso callejero si salieran acompañadas por un hombre. Aparece aquí “el varón como protector, que es más fuerte que la mujer, y las respuestas indican que si no existiera acoso es por respeto al mismo hombre, o por temor a que el hombre reaccione mal” y no por respeto a la mujer: así lo analiza para Eterogenia Patricia Calandin, directora de Instituto de Género y Promoción de la Igualdad. “En definitiva la mujer, no pueda gozar de autonomía e independencia frente al varón”.Así, se observa que, aun cuando estas prácticas debieran ser repudiables y reprochables, las respuestas esconden nuevamente la responsabilidad de los acosadores, culpabilizando las condiciones del espacio o la famosa “provocación femenina”. En ese sentido, el estudio advierte que “ninguna razón justifica la violencia, la vulneración de los cuerpos de las mujeres, la violación de su integridad física”.
No es natural
El estudio parte de la premisa de que el acoso basado en el género es un acto violento, y un dispositivo de poder y control sobre las mujeres. El acoso se lee así como parte de una construcción social, histórica y particular, que favorece y reproduce la violencia hacia las mujeres en todas sus modalidades.
“El acoso callejero suele interpretarse como cortesía, una broma, o sólo una molestia trivial, cuando en realidad constituye una limitación a la libre circulación y movilidad de las mujeres en los espacios públicos; en este sentido constituye una expresión más de la violencia de género y, por tanto, un obstáculo para el genuino ejercicio de derechos y la accesibilidad a la ciudad”, destaca el artículo.
El acoso se constituye así en práctica naturalizada, aunque, se advierte, no es algo natural, a pesar de las respuestas de los varones cordobeses: un 38,4% consideró que el piropo “les gusta o les sube la autoestima”, mientras que un 59,2% dice que “no”.
Además, se consultó a los varones si es algo natural del hombre decir piropos vulgares a las mujeres en la calle. Sobre esto, el 60,9% de los encuestados consideran que “no es natural” de los hombres hacer comentarios de este tipo, mientras que un 37,4% considera que “sí lo es”.
Libre andar
La Ley Nacional N° 26.485, conceptualiza y sanciona la violencia simbólica hacia la mujer como “la que, a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.
En la misma línea, el nuevo Código de Convivencia de la ciudad (Ley 10.326) penaliza la figura del acoso en la calle o en el transporte público, con multa y hasta tres días de prisión.
Calandin reflexiona y aconseja “no hay que tolerarlo, las mujeres no tenemos que tener vergüenza de lo que nos dicen. Vergüenza tiene que tener el acosador, al que sin que nadie lo autorice, y siendo un desconocido, me dice algo de mi cuerpo que yo no le permití. Nadie tiene derecho a hablar sobre mi o sobre mi cuerpo en la calle”.
__________________________________________________________________________________________________________
Contenido editado y publicado por Agustina Conci.
aconcicc@gmail.com