Rompan Filas presenta una lista de las formas más fáciles de hacer que los niños se alejen de los libros. Compartimos la charla con la escritora María Teresa Andruetto.
Algo en el sentido común de nuestra cultura nos dice que leer es sano. Es mágico. Útil y poderoso. Maestras y maestros aprenden una lista de beneficios de leer como si se tratara de la leche de fórmula: hace bien, estimula la imaginación, amplía el vocabulario.
Si bien todo es cierto, los libros no hacen la magia por sí solos. Para la escritora cordobesa María Teresa Andruetto (ganadora del premio Hans Christian Andersen, considerado «el pequeño Nobel de la literatura) también son importantes las personas que los sostienen para nosotros en nuestros primeros años.
Aquí, una lista de las “Maneras de enseñar a odiar la lectura” más comunes, que repetimos madres, padres, abuelas, maestros y…. ¡escritores!
NUEVAS MANERAS DE ENSEÑAR A ODIAR LA LECTURA
- Echarles en cara a los niños que no les gusta leer.
“¡Adónde vas a llegar si no leés un libro!”. “Vos, mucha pelota pero de un libro ni hablar”, o “los libros no muerden”. Las frases favoritas de los adultos para ¿incitar? a los niños y niñas a leer.
“El libro está siempre investido de ese valor social, que a veces, es el valor sobre la palabra libro, y no sobre lo que el libro es. No todos los libros son buenos: también hay malos libros”, resalta Andruetto para el programa Rompan Filas.
- Obligar a nuestros chicos a leer.
“Lo que me parece interesante es que todo niño tenga la oportunidad de vincularse con el libro. Luego se verá. Hemos puesto mucho en la lectura, pero otros lo harán, por ejemplo en el deporte. Ser apasionado esta bueno”.
- Mandarles leer un libro que no es de su agrado.
La escritora resalta la necesidad de que el libro sea un espacio de comunicación con el/la otra: “En la lectura, como en todo, lo que se transmite con amor, tiende a funcionar más que si va por el lado del reproche”.
- Exigirles que lean el libro de principio a fin.
“¡Te lo terminás!”. “¡Como si el libro fuera la leche!”, se ríe Andruetto.
- Dejar al niño solo con el libro.
“Si yo viera un niño que lo único que hace es leer, y no está en contacto con otros niños, a lo mejor intentaría o me preocuparía, no porque lea mucho o poco, sino porque este encerrado”, resume.
“Las pasiones son buenas, pero no es lo único en la vida. Los libros son importantes, para la gente como yo que les gustan los libros, pero más importantes son las personas que están cerca de uno”.
- 6. Convertir el libro en herramienta académica.
- 7. Obligar a comentar un libro leído.
“¡A ver, qué leíste!”
Yapa:
María Teresa nos agregó un punto más: la famosa y temida pregunta escolar “¿Qué quiso decir el autor?”
“No debemos subestimar a ese que puede llegar a leer, hablándole en pequeñito, abusando del diminutivo. Que el lenguaje sea sencillo no quiere decir que no sea profundo. No debiéramos confundir una cosa con otra: la sencillez, con ser elemental o superficial”.
¿Cuáles son los clichés de la literatura infantil?
“Los clichés son rigideces y modos estereotipados de ver. Van cambiando… En un momento ciertos temas no se trataban porque ´al niño no se les va hablar de esto´. Luego puede venir el cliché inverso ´hay que hablar de esto o aquello´.
Si la escritura es genuina, la ficción se construye desde el escritor. No se puede ocupar de todos los temas, por más que todos sean importantes. Hay que ver que pasa por el tamiz de lo personal, no por una demanda del afuera.
Cuando se va hondo, el cliché desaparece. Si está bien escrito, puede ser un tema fuerte, pero lo estético, cuando esta logrado, funciona como un amparo. El trabajo estético, permite incluir dentro de sí a lo ético, y hablar de una verdad sin dogmas”.
Entonces… ¿cómo esquivarle a estas formas de hacer odiar la lectura? Rescatando el gusto por la lectura desde el placer, claro.
María Teresa es clara: “La literatura no está para darnos verdades ni una declaración de principios, sino para incitarnos a preguntarnos más sobre la vida”.
María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina, 26 de enero de 1954) es una escritora argentina. En el año 2012 recibió el premio Hans Christian Andersen, otorgado por IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil) y considerado «el pequeño Nobel de la literatura».
Publicó las novelas Tama (Alción, 2003), La mujer en cuestión (DeBolsillo, 2009) y Lengua Madre (Mondadori, 2010), las nouvelles Stefano (Sudamericana, 2001), Veladuras (Norma, 2005) y La niña, el corazón y la casa (Sudamericana, 2011), el libro de cuentos Todo movimiento es cacería (Mondadori, 2012), los libros de poemas Palabras al rescoldo (1993), Pavese (1998), Kodak (2001) y Beatriz (2005) en Ediciones Argos, Pavese/Kodak (Del dock, 2008), Tendedero (CILC, 2010) y Sueño Americano (Caballo negro, 2009) y numerosos libros para niños y jóvenes, entre los que se encuentran: El anillo encantado (1993), Huellas en la arena (1998), La mujer vampiro (2001), El País de Juan (2005), El árbol de lilas (2006), Trenes (2009), El incendio (2009), Campeón (2010), La durmiente (2010), Solgo (2011) y Miniaturas (2011).