Omar Hefling: una mirada crítica sobre Córdoba

Según los archivos de la Universidad Tecnlógica Nacional (UTN) Omar Hefling es ingeniero en construcción, pero sus libros y trabajos periodísticos indican otra cosa. “La desdicha, el dolor y el sufrimiento son soportables, si haces algo que te gusta”, afirma el escritor y periodista nacido en Canals.

 

Por Iván López (*).

Fotos: Virginia Flores

La versión original de este artículo fue publicada en www.prensared.org.ar

 

A primera vista, Omar Hefling se presenta sencillo, lo que quizás se deba a su procedencia: Canals. En ese pueblo de no más de diez mil habitantes, ubicado al sur de la provincia de Córdoba, nació y vivió sus primeros años. Sus padres se desempeñaban como peones en un tambo, trabajo que define como desgastante, y de chico ya sabía que eso no era lo que quería para él.

Sus primeros contactos con el mundo de las letras fueron las hojas de diarios viejos con las que su madre envolvía las verduras y él se encargaba de alisar para luego leerlas. El colegio rural, el secundario técnico y la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) en Córdoba fueron sus siguientes pasos. Hefling tiene una historia particular respecto a sus estudios y lo que terminó siendo su real vocación y modo de vida.

-Teniendo en cuenta que sos ingeniero en construcción, ¿se puede pensar un paralelismo entre la ingeniería y la escritura?

-No sé si es una analogía, pero me di cuenta que las matemáticas y el estudio sistemático de materias complejas y duras, te imponen una disciplina. Generalmente, para la escritura y el periodismo, tenemos una tendencia a irnos por las ramas. A poco de recibirme de ingeniero, trabajando en una empresa constructora, me di cuenta que si esa iba a ser mi vida, estaba en un problema. Ahí empecé a ir por otros lados y pienso que toda esa estructura que te da la ingeniería, la cuestión sistemática de analizar y desarrollar, me sirvió mucho para la literatura y el periodismo.

-Los músicos por lo general tienen preferencias instrumentales a la hora de componer, como la guitarra o el piano. ¿Cual seria tu medio por excelencia a la hora de expresarte?

-La escritura, inclusive para el periodismo. Yo me siento bien escribiendo. No es fácil escribir haciendo literatura, es doloroso también, porque a veces te sale y otras veces no te sale una mierda. En el periodismo, escribir es laborioso: hay que leer, investigar y “culo a la silla”. Pero lo que te da más goce y divertimento es la radio. Cuando vos ya tenes un “background” de conocimientos, te podes mover. A la mañana, le pegás una mirada a los diarios y listo, te abren el micrófono y salís, porque lo que tenés ya te permite trabajar.

El humor y sus límites

El año pasado, después de la masacre de Charlie Hebdo (revista de humor francesa), el humorista gráfico Bruno Bauer proponía como referencias sobre el límite del humor a la ética y el mercado. La ética, porque el humor habla de las conductas de los hombres. Y el mercado, porque el humor es un producto cultural, que como todo bien realiza su valor en el intercambio, donde los contextos sociales lo van a cotizar en alza o baja, explicaba el humorista.

Semanas atrás, la Justicia argentina condenó a la revista Barcelona a indemnizar por 40 mil pesos a la defensora de represores en la dictadura, Cecilia Pando, por hacer un foto montaje de ella desnuda en la contratapa de una edición de la revista, lo que abrió un debate sobre la libertad de expresión y sus límites.13178991_568631863330462_1049873815766762077_n

Dentro de una decena de títulos publicados por Omar, entre los últimos se encuentra “El escritor oculto”, donde él despliega una mirada ácida, mordaz e irónica que apunta poner en ridículo ciertos vicios de del periodismo y la critica literaria de Córdoba.

-¿Pensás que la sátira, el humor y la ironía tienen un límite?

-Es difícil, yo creo que no. En ese sentido estoy con Barcelona, que me gusta, porque no le perdona la vida a nadie. Esto tiene directamente que ver con el periodismo y cómo uno se va ganando una voz escribiendo, un color por el que los lectores te puedan reconocer. Los medios grandes siempre tienen su línea editorial. Nunca hay libertad total, pero uno siempre tiene que encontrar la vuelta, decir lo que uno quiere, pero disfrazado de otra cosa. Por ahí se dan cuenta por casualidad y te despiden; me ha pasado. No siempre son los editores los que te descubren, por ahí puede ser la Iglesia, por ejemplo, y te mandan a echar. Para escribir, siempre se pelea con el límite y con el que decide si podes publicar o no. Hay que buscarle la vuelta, de eso se trata, hay una negociación para sobrevivir, pero con dignidad. No hacer todo sin chistar. Los contextos políticos y religiosos son importantes en el humor. En el caso Charlie Hebdo, se puede tomar como una provocación, porque Francia como país y sociedad ha sido actor principal y responsable del odio de los musulmanes hacia el mundo occidental. Y es muy delicado, porque en esas instancias de provocación no te sentás con un juez mediante a discutirlo.

Poder y medios

La monopolización de los medios, el periodismo como herramienta cómplice del poder político y la alta eficacia de estos para imponer temas, son algunas de las fallas que enfrenta el mundo de la (des)información hoy en día. Como contraparte, están los “independientes”, que luchan contra la masividad, el poder económico y las plataformas de que disponen los grandes medios para hacer conocer sus pensamientos.

A Omar siempre lo vamos a encontrar de este último lado del muro. En el Centro Cultural España de Córdoba montó una radio por Internet, Eterogenia, donde además de hacer su programa diario a la mañana Ciudad sin Mar, participa en el desarrollo y edición de contenido y se encarga de la contención de sus compañeros cuando es necesario.

“Los productos periodísticos cordobeses se caracterizan por el afán de alejarse con entusiasmo de la función elemental del género…”, reza la introducción de El clonista chino, blog donde el entrevistado plasma sus ideas, relatos, poesías y opiniones.

-¿Vos te sentís cordobés?

-A veces sí, a veces no. Tengo una relación amor/odio, como mucha gente. El cordobés es muy tradicional, no es de abrir puertas fácilmente. Ahora capaz que ha cambiado un poco y es más relajado, pero la cultura cordobesa es clerical, conservadora y reaccionaria. Hay un pensamiento estructural y la Iglesia está metida en medios, en la Universidad Nacional y muchos otros lados. Parece que hay un momento que te tenés que ir de Córdoba y después volver. Si te acomodás al mandato de “paz, propiedad, amor y familia”, como dice Daniel Salzano, está todo bien. Escribís cuarenta años en La Voz del Interior y no te echan, aunque si durás ese tiempo sin que te echen es que hay un problema con vos. Y no me refiero al diario como familia, porque el rol de los medios cambió radicalmente. Los medios nacían como emprendimientos familiares con ideas liberales, como el mismo Clarín. Después tuvieron influencia política sobre los gobiernos, pero lejos de la realidad de hoy, donde han sido tomados por bancos y transformados en corporaciones. No sólo no representan esa democracia liberal por la que fueron creados, sino que pasaron a atentar contra toda instancia democrática, como sucede en Brasil en estos momentos.

-¿Como ves el escenario radial en Córdoba con respecto al contenido y programación?

-Es pobre la radio de Córdoba. Hubo algunas mejoras en Radio Universidad, por el cambio generacional, pero en general es pobre. Y no porque falte gente con nuevas ideas, sino que no hay personas para bancar desarrollos. Si en Buenos Aires Mario Pergolini escucha a unos pibes de una radio FM de morondanga y lo impresionan, los convoca. Acá nunca va a pasar eso, acá llegás a los medios porque sos pariente o amigo de alguien. En la televisión pasa algo parecido, porque si no tenés productora o quedás en un casting de esos programas lamentables de Canal 10 con chicos carilindos, no llegás.

-¿Los grandes medios usan su poder para someter a los más pequeños?

-Sí, claro. La Voz del Interior y Cadena 3 nos han arruinado la vida. Se han dedicado a boicotear todo proyecto independiente que creciera. Yo lo viví en piel propia, varias veces me quedé sin trabajo por ellos, porque cuando el medio estaba armando su estructura económica venían los de La Voz y le ofrecían hacerle todo por la mitad de precio, para después de un tiempo dejarlos a la deriva, pidiéndole sumas exorbitantes para seguir produciéndoles. Así han procedido siempre, nada mas que nunca ha salido a la luz.

-¿Cómo definirías a La Voz del Interior?

Es un diario opaco, se encarga de cerrar y desarticular el conflicto permanentemente. No hay nada que un periodista de ese diario no sepa de lo que pasa en la ciudad. Capaz que estén enterados del crimen más horrendo  o del desfalco más grande del Estado, pero eso es control. Por eso los políticos como (José Manuel) De la Sota no tienen nada que ocultar, de eso se encargan los medios como La Voz.

-En relación a la lectura que haces del contexto cordobés en términos de medios y política, ¿que trabajo tuyo sentís que fue el mas critico contra esta realidad?

Cuando empecé a producir notas para un portal que se llamaba “La Docta”. En ese momento, quedamos dos nomás trabajando, y fue al mismo tiempo cuando asumía De la Sota su primer mandato, así que empezamos a hacerle un seguimiento donde pudimos traslucir que bajo el brazo traía privatizaciones, reformas del estado, además de tener como prolongación suya a (Germán) Kammerath y (Olga) Riutort. Contábamos con un informante adentro que nos proporcionaba muchísima materia prima para las notas, así que empezamos a molestar a gente de arriba. Luego el portal cerró y junto a David Buccini decidimos escribir un libro trabajando con muchos de los artículos del portal, Modelo Cordobés, nuevo menemismo, era el título. La historia del lanzamiento de este libro deja al desnudo la republiqueta bananera que es Córdoba, porque cuando fuimos a buscar financiación los sindicatos y gremios nos cerraron la puerta. Ni siquiera el campo popular nos dio una mano. La agencia de publicidad que lo diseñó y el que lo imprimió no quisieron que pusiéramos su nombre. En el diario donde yo trabajaba no me dejaron publicitarlo al menos que quisiera ser despedido, así que los únicos que figurábamos en el libro éramos David y yo. Una vez impreso, lo llevamos al distribuidor más grande de kioscos de diarios y revistas para que tuviera más circulación. Pasaron dos semanas y al libro no se lo veía en las calles. Cuando fuimos a preguntarle al distribuidor, nos confesó que había ido gente del Gobierno provincial a decirle que no lo saque, así que tuvimos que ir a buscar un escribano, que labró un acta, para obligar a la distribuidora a sacarlo.

(*) Taller de Redacción Periodística del Cispren, coordinado por Alexis Oliva.

 

 

 

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Contenido publicado y editado por Agustina Conci.

28-06-2016

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